"Designing effective feedback processes in Higher Education" #RecomiendoLeer

Existe una interesante y abundante literatura que se centra en uno de los procesos que más impacto tiene en el aprendizaje de los estudiantes: la retroalimentación o feedback. Son muchos los beneficios que puede aportar a los estudiantes, entre ellos, hacer posible la autorregulación en dicho proceso y que les permitirá conocer mejor aspectos de su propio pensamiento, elementos que afectan a su motivación y el propio comportamiento o actitud hacia su aprendizaje (Pintrich and Zusho, 2002).

Sin embargo, no siempre existe una correcta aplicación de esta técnica a la que se le atribuyen una serie de problemas o de malinterpretaciones que afectan a que su implantación o desarrollo sean efectivos. Nicol y Macfarlane-Dick (2006) las clasificaron en cuatro apartados y que podríamos sintetizar de la siguiente forma:

  1. La evaluación formativa no debe pertenecer exclusivamente a los profesores. Debemos empoderar a los estudiantes en ese proceso para que desarrollen su autorregulación y estén preparados para un aprendizaje posuniversitario.
  2. Existe la creencia de que cuando los docentes comparten la retroalimentación con sus estudiantes, estos la llevan a cabo de un modo inmediato. Esto no es así, ya que hay una alta evidencia de que hay comentarios difíciles de comprender por el alumnado. Por lo tanto, necesitan de un entrenamiento previo para construir sus aprendizajes a partir de un adecuado feedback.
  3. Considerar únicamente la retroalimentación como un proceso meramente cognitivo nos llevaría a una creencia errónea. También debemos tener en cuenta aspectos motivacionales que influirán cómo el alumnado reacciona positiva o negativamente a lo largo del proceso.
  4. Implementar una retroalimentación de calidad con nuestros estudiantes supondrá una carga de trabajo para el profesorado, especialmente, en grupos de un tamaño mayor. Esto puede subsanarse repensando el proceso o técnicas que estamos usando, qué estamos consiguiendo y qué agentes intervienen en dicho proceso.

Fuente: Freepik.

Una lectura que me ha ayudado a profundizar sobre lo comentado anteriormente ha sido «Designing Effective Feedback Processes in Higher Education» por Naomi Winstone y David Carless (Routhledge, 2020) Además, nos permite abordar el tema de la retroalimentación desde distintos puntos de vista con referencias abundantes a la literatura especializada, reflexiones sobre cada uno de los apartados propuestos y una selección de recursos que nos permitirán ir más allá en relación al capítulo que hayamos leído. Todo ello con un punto o elemento en común: el alumnado para quienes los autores han diseñado un índice dividido en capítulos temáticos que nos ayudan a crear procesos de retroalimentación efectivos y que sirvan como herramientas para la mejora del aprendizaje de los estudiantes. Me gustaría, desde estas líneas, agradecer al profesor Alfredo Prieto Martín haberlo compartido y recomendado.

El libro se compone de diez capítulos que siguen una coherente estructura de desarrollo del contenido enriquecido con referencias al respecto, aportación de dos casos de estudio como ejemplo y validación de lo leído, varias ideas clave que nos ayudan a sintetizar lo más destacado de nuestra lectura y concluye con una caja de herramientas o recursos a modo de lectura ampliada, facilitada por enlaces (he echado en falta una mayor facilidad para consultarlos, mediante enlaces cortos o códigos QR, por ejemplo).

El primer capítulo trata sobre el reto del feedback que es considerado como uno de los elementos que más influencia tiene sobre el aprendizaje de los estudiantes. A lo largo de él, se nos ofrece una definición conceptualizada de la retroalimentación haciendo una comparativa entre el antiguo y actual paradigma, cuál es el papel de los estudiantes en el proceso, a qué retos nos tenemos que enfrentar como docentes y cómo superar los posibles obstáculos en dicho proceso. A continuación, en el segundo capítulo los autores se centran en el desarrollo de la comprensión del feedback por parte de los estudiantes. Personalmente, es uno de los capítulos más interesantes ya que se expone la necesidad de que nuestro alumnado entienda o comprenda lo que le compartimos como retroalimentación. Es necesario, por lo tanto, un entrenamiento previo ya que eso influirá notablemente en la comprensión, capacidades y predisposición de los estudiantes hacia su aprendizaje. Lo podríamos resumir en tres preguntas que los autores comparten de Quinton y Smallbone (2010) y que podríamos incorporar en nuestra práctica:

  1. ¿Cómo me siento ante esta retroalimentación?
  2. ¿Qué pienso sobre esta retroalimentación?
  3. Teniendo en cuenta esta retroalimentación, ¿qué acciones llevaría a cabo para mejorar mi trabajo en otra actividad o tarea?
"Los estudiantes priorizan su tiempo de estudio y eligen en qué han de centrarse según perciben el modo en el que van a ser evaluados"

El tercer capítulo trata sobre cómo facilitar la motivación de los estudiantes en los procesos de retroalimentación en el que se nos traslada la reflexión de que a no ser que nuestro alumnado esté motivado en su aprendizaje, incluso la retroalimentación más elaborada no tendrá tanto impacto. Para ello, será necesario desarrollar en los estudiantes diversas destrezas que se engloban en la taxonomía SAGE (Winston et al. 2017a): Self-appraisal (autoevaluación), Assessment Literacy (alfabetización sobre la evaluación), Goal-setting and self-regulation (diseño de objetivos y autorregulación) e Engagement and motivation (compromiso y motivación). El cuarto capítulo se centra el procesos de retroalimentación asistidos con tecnología en el que se detalla cómo la tecnología puede ayudar a la mejora del feedback concretado en el modelo FEATS como un buen ejemplo del desarrollo de la retroalimentación mediante e-portfolios. El quinto capítulo se centra en la importancia de un buen diseño de la evaluación para llevar a cabo una retroalimentación de calidad en donde se nos ofrecen ejemplos al respecto que nos permiten optimizar la recepción de un buen feedback por parte del alumnado.

El capítulo seis se centra en el desarrollo del diálogo  en los procesos de retroalimentación. Este ha sido otro capítulo que también destacaría y que me ha llamado bastante la atención. En este sentido, los autores comentan las barreras que impiden una retroalimentación dialógica desde el punto de vista de los docentes y del alumnado. Posteriormente, comparten técnicas para superar dichas barreras y que se centran, principalmente, en el diálogo entre pares, metacognición o una retroalimentación desarrollada con la ayuda de la tecnología. La presencia de dicho aspecto dialógico hará que el proceso de retroalimentación sea óptimo para nuestros objetivos de aprendizaje. En el séptimo capítulo, se centra en la interrelación entre el feedback interno y externo en donde el aprendizaje autorregulado tiene un papel fundamental. Al mismo tiempo, la retroalimentación interna se demuestra que está estrechamente ligada a la motivación en la tarea propuesta. Me ha llamado especialmente la atención el modelo de diseño para el feedback en un aprendizaje autorregulado y que compartiré en otra entrada.

"Evaluar la calidad de las revisiones por pares de los estudiantes puede incentivar su motivación y dar sentido al proceso de feedback"

Los capítulos octavo y noveno se centran en la implementación de la retroalimentación por pares y el impacto que el feedback puede tener en el aspecto de las relaciones y de motivación entre los estudiantes. Por un lado, los autores comparten con nosotros varios diseños o propuestas con las que crear distintas secuencias con respaldo científico, destacando el beneficio de la retroalimentación entre pares frente a recibir meros comentarios por parte del profesor. Por otra parte, en el penúltimo capítulo se trata las complejas relaciones entre las emociones y las reacciones a los distintos tipos de retroalimentación, ya sean positivas o de mejora. Esto puede tener como consecuencia un comportamiento positivo y de trabajo o negativo y de falta de motivación (Pekrun’s Control-Value Theory). Destaco este capítulo por la variedad de evidencias y ejemplos que nos hace conscientes de la importancia de las relaciones en el  proceso de retroalimentación.

Fuente: Freepik

Finalmente, el décimo y último capítulo nos invita a ir más allá del feedback, analizando y comparando anteriores modelos para diseñar uno actual que dé respuesta a las evidencias científicas obtenidas a tal fin. Al mismo tiempo, el libro concluye con unas estupendas guías prácticas para dar respuesta a cada una de las secciones del libro junto con algunos consejos sobre cómo mejorar también la comprensión de la retroalimentación por parte de los docentes. Para ello, se nos invita no solo a evaluar nuestra práctica al respecto, sino también a evaluar nuestra propia percepción sobre la retroalimentación; algo esencial para poder llevarlo a la práctica de un modo adecuado y científicamente alineado.

En definitiva, la lectura de «Designing effective feedback processes in Higher Education» me ha ayudado a conocer mejor el proceso de retroalimentación desde varias perspectivas. Todas ellas son igualmente importantes y me ayudarán a rediseñar mi proceso de retroalimentación para mi alumnado, valorando los recursos ofrecidos con una lectura y reflexión más detenidas gracias a los recursos y herramientas aportados por los autores.

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