La evaluación en el aprendizaje cooperativo. #RecomiendoLeer

"El rol del docente es fundamental, pues debe ser capaz de diseñar tareas o situaciones de aprendizaje que posibiliten la resolución de problemas, la aplicación de los conocimientos aprendidos y la promoción de la actividad de los estudiantes". RD 1105/2014.

El desarrollo de metodologías activas en el aula cuenta con una excelente herramienta de aprendizaje con la que nuestro alumnado puede participar directamente para conseguir los objetivos propuestos por el docente. Te hablo del aprendizaje cooperativo en la que se busca obtener resultados que, no solo sean positivos para nuestros estudiantes a nivel individual, sino también grupalmente. Mediante una serie de diferentes dinámicas de aula que el profesor propondrá, el alumnado deberá cooperar para aprender e, intrínsicamente a ello, aprender a cooperar. Serán los distintos grupos de trabajo (formal, informal y de base) los que facilitarán la calidad del aprendizaje y ayuden a promover la inclusión entre todos los estudiantes del aula. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que el aprendizaje cooperativo puede no ser implantado de un modo correcto, provocando una dificultad en el proceso o incomodidad en los grupos. Para ello, el docente interesado en llevarlo a cabo en sus clases debe, no solo conocerlo bien, sino aplicar unas herramientas de evaluación diferentes para que tenga la efectividad deseada.

«La evaluación del aprendizaje cooperativo: Cómo mejorar la evaluación individual a través del grupo» (David W. Johnson y Roger T. Johnson, Ediciones SM, 2014) es una publicación en la que, a lo largo de nueve capítulos, los autores comparten una serie de propuestas y experiencias con las que podamos aplicar correctamente el trabajo por equipos en nuestras clases. Además de ello, podemos conocer interesantísimas herramientas que, desde la rigurosidad, pueden sernos de gran utilidad en nuestros proyectos de aula. El prólogo está desarrollado por Francisco Zariquiey quien, desde el principio, ya celebra abiertamente con el lector la publicación de esta obra. Entre otros factores, destaca la diferente perspectiva que se da a la evaluación; una evaluación no solo centrada en el docente, sino también añadiendo a los estudiantes a ese proceso mediante la coevaluación y la autoevaluación. Ello contribuirá a que el alumnado valore y mejore cómo aprende, qué aprende.

El libro comienza con la importancia de los agrupamientos en el aula, partiendo de la necesidad de integrar la enseñanza y la evaluación y no concebirla como algo independiente o separado. Para ello, se propone el repaso sistemático de los contenidos, conectar con aprendizajes previos, realizar marcos conceptuales, ejercicios que conlleven una mayor complejidad de pensamiento…etc. También tiene un lugar destacado la importancia de los grupos en la aplicación correcta del aprendizaje cooperativo, partiendo de la base de que siempre han existido en nuestra Historia o sobre cómo influyen en nuestros estudiantes desde diversos ámbitos: comportamiento, rendimiento, relaciones interpersonales…etc. Los autores profundizan sobre ello, detallando minuciosamente lo que el alumnado puede mejorar y desarrollar mediante el trabajo con las dinámicas de aprendizaje cooperativo. Me ha llamado especialmente la atención la tabla en la que se reflexiona el motivo por el cual no se apuesta por el aprendizaje cooperativo, ideal para usarla previamente a formaciones del profesorado y conocer sus opiniones o reflexiones al respecto.

El segundo capítulo se centra en las estructuras necesarias para la creación de grupos cooperativos productivos. Para ello, se nos ofrecen una serie de cuatro grupos cooperativos distintos: grupos de pseudoaprendizaje, grupo de aprendizaje del aula tradicional, grupo de trabajo cooperativo y grupo de trabajo cooperativo de alto rendimiento. Es a partir de aquí cuando se nos introducen pautas para poner en práctica a los verdaderos grupos de aprendizaje cooperativo, así como trasladar cuál es el rol del docente en todo este proceso: desde dejar claro cuáles van a ser los objetivos de aprendizaje hasta evaluar el aprendizaje. Para ello, se hacen necesarios cinco elementos básicos: la interdependencia positiva, el compromiso individual y de grupo, fomentar la interacción, destrezas interpersonales y llevar a cabo una valoración de grupo. Son estos cinco últimos aspectos los que considero vitales a la hora de diseñar las correspondientes dinámicas de aprendizaje cooperativo en clase que se resume estupendamente en este capítulo así: «Nosotros, no yo«.

A continuación, el capítulo tres se centra en el diseño de un plan de evaluación para los grupos cooperativos. Para ello, los autores consideran necesario tener en cuenta qué procesos y resultados se van a evaluar. Junto a ello, deberemos tener en cuenta la secuenciación de las tareas que se llevarán a cabo y cómo hacerlo (controles, observación, portafolios…), el tipo de evaluación (diagnóstica, formativa o sumativa) o dónde se llevará a cabo la evaluación. Además, se contrastan dos tipos de evaluación: referida a normas y criterios; siendo esta última la recomendada para trabajar en el aprendizaje cooperativo. Es especialmente recomendable contar con un plan previo de evaluación que refleje los distintos modos, espacios y procedimientos que usaremos a lo largo de nuestra secuencia didáctica.

En el cuarto capítulo encontramos estupendas propuestas y recursos para trabajar la evaluación individual en el aprendizaje cooperativo. En primer lugar, observamos que debemos fijar unos objetivos tanto pedagógicos como de aprendizaje. Destacaría que se clasifican en: específicos, medibles, motivadores, guardar relación con los intereses de los estudiantes y relacionados con las competencias clave; algo que podemos usar previamente como indicador de la conveniencia o no de nuestra propuesta didáctica. Una vez realizado, propondremos al alumnado un contrato de aprendizaje que nos servirá para llevar a cabo nuestra unidad. Me han parecido muy interesantes las propuestas que se describen en este capítulo: pruebas en grupo, pruebas individuales, controles colectivos, prueba de debate en grupo o torneos académicos. Esta sección acaba, por un lado, con la observación directa como procedimiento de evaluación individual para valorar la calidad su trabajo, los procedimientos que se han llevado a cabo, intercambio de opiniones…etc. Por otro lado, los cuestionarios y las entrevistas también pueden ser una estupenda opción, teniendo en cuenta su diseño, tipos y la calidad de las preguntas. Me ha parecido un capítulo muy enriquecedor, no solo por las ideas compartidas sino también por los recursos que se ofrecen, enmarcados con ejemplos que me han servido de inspiración.

En relación con el quinto capítulo, avanzamos en la evaluación de los grupos. Desde el inicio, vemos que «los proyectos del grupo pueden ser una potente fuerza motivadora que integre los objetivos personales de los estudiantes en sus aspiraciones académicas» (Herrington y Curtin, 1990). Es aquí cuando los autores comparten que tras diseñar los objetivos o las propuestas de evaluación, asignamos los trabajos a los grupos. Previamente podemos aprender cuáles son los problemas que nos podemos encontrar, así como algunos consejos para estructurarlos y crearlos correctamente. Se centran también en la riqueza didáctica del trabajo por proyectos a los que debemos integrar una diversidad evaluativa. Finalmente, se detallan los diversos pasos que ha de seguir el docente en la asignación de los proyectos: preparación, supervisión y evaluación de los resultados. Un capítulo muy intenso y pormenorizado que aúna no solo propuestas, secuencias o herramientas para trasladarlo al aula, sino que está rigurosamente fundamentado con diversas referencias a la investigación en este campo y que concluye con algunos recursos como el Aprendizaje Basado en Problemas, estudio de casos, investigación en grupo de Sharan y Sharan o el debate académico.

En los capítulos sexto y séptimo siguientes, el libro se centra en la importancia de añadir tanto la coevaluación como la autoevaluación en los grupos cooperativos. Respecto al apartado de la coevaluación, destacaría la implicación del alumnado en el aprendizaje de los demás, la continua supervisión y el espacio idóneo en el que se produce. Ello hace posible un enriquecedor intercambio de opiniones mutuo que se ve influenciado por los logros conseguidos en equipo. Los autores aportan ventajas de este tipo de evaluación que está estrechamente ligada con el rendimiento y la propia percepción que tiene sobre lo que aprende y cómo lo aprende. Para ello se nos ofrecen propuestas diferentes como la escritura cooperativa y corrección por parejas, la presentación conjunta, la preparación de trabajos escritos y la coevaluación de habilidades sociales. En relación a la autoevaluación, Johnson & Johnson parten de la importancia y necesidad de que los estudiantes aprendan a conocerse a sí mismos de la mejor manera posible, aprendiendo sus beneficios y medir sus posibilidades. También reflexionan sobre las erróneas impresiones que el alumnado puede tener de sí mismo en relación a las autoevaluaciones sobrevaloradas para exagerar sus destrezas o habilidades. ¿Se sobrevaloran por ignorancia? ¿Por costumbre? ¿Por subjetividad? Esa es la razón por la cual los autores aconsejan fomentar la autoevaluación en los estudiantes, ofreciendo pautas, recursos y propuestas didácticas que pueden ayudarnos a desarrollarlas con mayor efectividad.

En los capítulos octavo y noveno finales, se nos ofrece, por un lado, una serie de fantásticas experiencias para poder evaluar a nuestros grupos cooperativos tales como: representaciones o simulaciones. Me ha encantado la propuesta denominada «Sobrevivir en invierno» como ejemplo de simulación en la que tras agrupar a los estudiantes y enfrentarles a una situación dramática, deben ponerse de acuerdo para clasificar diversos objetos por orden de importancia para sobrevivir a un accidente. La figura del observador será esencial para «medir» el nivel de liderazgo o de equipo tras esa situación. Por otro lado, el último capítulo, sirve de resumen a modo de conclusiones sobre todo lo expuesto en la obra. Desde los errores de percepción en la evaluación en grupo hasta el empleo del poder de los grupos en la evaluación.

En definitiva, un libro que me ha servido para profundizar y aprender más sobre una fantástica propuesta de aprendizaje activo en el aula. Sin duda alguna, la rigurosidad con la que se tratan los capítulos, las experiencias o ejemplos que se aportan y los fantásticos recursos que se ofrecen hacen de «La evaluación en el aprendizaje cooperativo» de los hermanos Johnson un título indispensable en la estantería de aquellos docentes interesados en una evaluación enriquecida de esta propuesta didáctica.

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