Siempre he mantenido que nuestra sociedad ha sabido explotar el potencial de las nuevas tecnologías en una gran mayoría de los sectores profesionales, haciendo su práctica profesional más eficiente, dinámica y facilitadora tanto para sus profesionales como para los ciudadanos. De igual modo, los agentes que llevan a cabo dichas tareas han de ser competentes en la implantación de la tecnología en sus empleos, por lo que una formación profesional es el punto de partida. Todo esto ha ocurrido en distintos campos, excepto en Educación.
Hago esta reflexión tras leer el artículo que puedes leer aquí, publicado por David Soria en el que, personalmente, hace una crítica al modelo Flipped Classroom no muy acertada y, cuanto menos, simple. Lo considero así porque ya desde el inicio reduce la esencia del modelo en ver vídeos o que el profesor puede perder el control de los contenidos. Y es aquí en donde radica la mala interpretación del modelo, porque el modelo flipped classroom (sí, o clase invertida o clase inversa) es un enfoque metodológico o pedagógico, que dedica el tiempo íntegro en el aula a desarrollar las capacidades, habilidades; en definitiva, competencias del alumnado para que estos sean agentes activos del proceso de aprendizaje. Efectivamente, no es solo ver vídeos ni el profesor pierde el control de los contenidos.
Porque los vídeos son el nuevo texto (Bergmann & Sams) en la sociedad de la información del siglo XXI y desde la escuela debemos garantizar habilidades que los estudiantes necesitarán (me corrijo), necesitan ya. El modelo flipped classroom (sí, clase invertida o clase inversa) necesita de una programación, de una secuenciación de técnicas o estrategias didácticas que, posteriormente, se trabajan en clase para pasar desde las LOTS a las HOTS en el que el alumnado «aprende haciendo».
David Soria defiende las ventajas del modelo para la educación universitaria, pero no lo ve tan claro en etapas anteriores y duda, irónicamente, de que el modelo personalice la educación. Defiendo que el modelo sí personaliza la educación y hace que el alumno aprenda a su ritmo gracias a su ubicuidad y al potencial que nos ofrecen las nuevas tecnologías. No estamos pidiendo que las familias tengan un ordenador en casa (véase esta entrada de Javier Tourón sobre el papel de la tecnología en educación), ni que dispongan de una conexión a internet de gran calidad. En mi caso particular, tener un teléfono con conexión a internet o un ordenador personal en casa es tan común como usar la calculadora para realizar operaciones matemáticas en clase. Son solo unos pocos alumnos que no pueden acceder a los vídeos o pocas familias las que no ven los beneficios del flipped classroom, ya que sus hijos o hijas son autónomos en su aprendizaje mediante la visualización de vídeos que sí están controlados por el profesor, usando plataformas como Edpuzzle o Educanon.
El flipped classroom cede el protagonismo del tiempo de aula al alumnado que son quienes toman la responsabilidad de iniciar el proceso de aprendizaje. Los materiales que se proporcionan anticipan los contenidos que son desarrollados, como he comentado anteriormente, usando técnicas didácticas en el aula presencial. Para ello necesitamos del compromiso docente para entender y trabajar de una nueva forma y aceptar el cambio de rol en la escuela: desde el sabio en la tarima hacia el guía durante el proceso.
Flipped Classroom no es ver vídeos sin control. Flipped Classroom es desmitificar las conferencias de aula, requiere mayor preparación de los contenidos, uso de las herramientas TIC correctas y la elección de las estrategias didácticas adecuadas en clase. El docente es ahora un diseñador de experiencias de aprendizaje, es curador de contenidos, propicia un entorno colaborador y acepta su nuevo papel como facilitador, porque su figura en el aula es esencial. Paralelamente, ha de ser competente digitalmente y trasladar dicha competencia digital al alumnado para obtener sus correos, crear cuestionarios, usar aulas virtuales como Edmodo, derribar los muros del aula y trasladar el lugar de aprendizaje a la ciudad, a su entorno: contextualizándolo.
Finalmente, es contradictorio afirmar que el modelo Flipped Classroom sea de élite, cuando precisamente Bergmann y Sams lo desarrollaron para atender a aquellos alumnos que tenían dificultades para asistir a las aulas y pusieron a su disposición las clases grabadas tanto en formato online como almacenado en pendrives. Los excelentes resultados del modelo no son debidos al perfil de alumnado con «padres con estudios y buen nivel económico». Es el resultado de la personalización del aprendizaje y de situar a los estudiantes como actores principales de su aprendizaje: tareas diseñadas, secuenciadas y controladas por el profesor.