El enfoque metodológico de la clase inversa se ha ido acercando a las sesiones de formación del profesorado, que han mostrado un interés por conocerlo un poco más de cerca, valorarlo y seguir su formación profesional para ofrecer a sus estudiantes nuevas herramientas que enriquezcan los procesos de enseñanza-aprendizaje. Ello ha sido posible gracias a cursos presenciales por parte de los CEP, formaciones ofrecidas por los Equipos Directivos de los centros dentro de su proyecto educativo y de formación pedagógica, congresos europeos como el FlipConSpain celebrados en Zaragoza o Madrid respectivamente, artículos e investigaciones llevados a cabo por docentes experimentados o bien mediante publicaciones especializadas en esta materia.
Precisamente es aquí donde me gustaría centrar esta entrada; acabo de terminar mi última lectura sobre el enfoque de la clase inversa. Un libro que me apetecía mucho leer y que quería dedicarle el tiempo y la reflexión necesarias para disfrutarlo plenamente. Te hablo de “Flipped Learning: Aplicar el modelo de Aprendizaje Inverso”, coordinado y escrito por Alfredo Prieto Martín, junto con José Barbarroja Escudero, Isabel Cano Ruiz, David Díaz Martín, Isabel Lara Aguilera, Jorge Montserrat Sanz, Paquita Sanvicén Torné y Jesús Vélez Alonso.
El libro está estructurado en cinco secciones que hace un recorrido desde la explicación del modelo de la clase inversa, origen y desarrollo de las metodologías de aprendizaje inverso, justificación del modelo, el papel del profesor y del alumno en el desarrollo del enfoque, cómo llevarlo a cabo y, finalmente, podemos conocer las experiencias del grupo de formación y su impacto a lo largo de su implantación a nivel universitario. Cada una las secciones tienen un único objetivo o finalidad común: demostrar la validez tanto pedagógica como científica del modelo de la clase inversa. En este sentido, se ofrecen una variedad de propuestas para que los docentes comiencen a invertir sus clases de un modo sencillo, sin necesidad de comenzar por lo más complejo como la creación de contenidos o la integración con otras metodologías como el ABP. Así, los autores quieren dejar muy claro que la apuesta por el cambio, en concreto, por la clase inversa, tiene una inversión de tiempo y esfuerzo iniciales, además de adquisición de nuevas competencias por parte del profesorado para poder llevar a cabo su implantación de un modo exitoso. Es muy interesante la distinción que hacen: tecnológicas ya que el docente tendrá que ser capaz de no solo de crear contenido, sino de difundirlo, compartirlo, seleccionarlo o curarlo. A continuación, pedagógicas ya que deben aprender a informar a los alumnos y familias adecuadamente de los beneficios de la clase inversa y atender a las necesidades de aprendizaje de los alumnos para saber detectar sus carencias (feedforward) y poder usarlo para crear tareas o actividades relevantes y competenciales que resultarán en una retroalimentación (feedback) que beneficie la adquisición del aprendizaje. Finalmente, nos hablan de habilidades tecnológico-pedagógicas que tienen como finalidad saber usar las apps y software adecuados para poder lograr un aprendizaje verdadero y duradero. Se vuelve a incidir en que la tecnología es un medio y no el fin del aprendizaje.