El poder hacer un uso óptimo del tiempo de clase se debe, en gran medida, al modo en el que hemos trasladado el contenido instruccional desde el aula al espacio individual, es decir, al del alumno. Indudablamente, la manera en la que presentemos los contenidos en los primeros segundos de nuestros vídeos, va a depender, y mucho, de la motivación a la que los estudiantes se van a enfrentar. Es por ello que suelo recurrir a formatos y herramientas alternativas con las que adelanto los contenidos a mis estudiantes. Busco, entre otras cosas, no caer en el monoformato ya que cada materia no admite una misma herramienta.
Además de esto, suelo defender el poder del vídeo como herramienta audiovisual que, bien trabajada, es tanto motivante como productiva para el proceso de aprendizaje del alumnado. Eso sí: no debemos olvidar que ese contenido ha de estar planificado en forma de tareas o actividades en el aula. Del mismo modo, dichos formatos nos generarán datos (información previa) sobre el estado o el punto en el que nuestros estudiantes están antes de enfrentarse a un contenido. El profesor, gracias a esa lectura competente de los datos (analítica de datos) podrá diseñar dinámicas que redundarán en una personalización del aprendizaje con el profesor como testigo y guía ese proceso dentro del aula.