Durante este curso he tenido de la gran oportunidad de hablar y aportar mis experiencias sobre el modelo flipped classroom. En líneas generales, tengo la sensación de que los compañeros que han asistido a las sesiones se han ido con un buen sabor de boca, incrédulos al principio de las bondades del modelo, pero admitiendo finalmente que la clase invertida abre un enorme abanico de posibilidades en la materia que sea y en los niveles que sea. Del mismo modo, he de decir que, de acuerdo con mi gran compañero Juan Pablo del Moral, para poder iniciarnos en la aplicación del modelo debemos ser conscientes tanto de la existencia como creación de nuestro propio PLE (Personal Learning Environment) en el que nuestros aprendizajes no formales desplazarán a los formales o tradicionales de toda la vida, ya que nos aportarán visiones, experiencias, retos o entornos antes inconcebibles.
El motivo de esta entrada es que me he cruzado con un artículo llamado The Flipped Classroom: Pro and Con y en el que se aclaran algunos puntos en lo relacionado a lo que realmente es y no es la clase invertida. Quizá lo que más llame la atención cuando nos acercamos a este modelo sea el hecho de que los alumnos solo ven vídeos en casa: esto sería un craso error ya que como el artículo refleja, la clase invertida «no es sinónimo de ver vídeos en internet», ya que el elemento más importante durante el proceso de aprendizaje es la interacción alumno-profesor que, posteriormente y de un modo aprovechado al máximo, se desarrolla en clase.