El espacio grupal. Ahí está la clave del éxito de las metodologías activas: la investigación, la toma de decisiones, el espíritu crítico, la colaboración…: La sociedad que les espera a nuestros alumnos. Es en ese espacio en donde las relaciones entre docente y alumnado pueden llegar a ser más cercanas. Más fructíferas. La instrucción directa como metodología solo concibe al docente como transmisor de contenidos y, deberíamos tenerlo en cuenta, no como creador de los mismos. Por lo tanto, el docente debe romper con lo establecido y comenzar un camino en el que, con total seguridad, no se va a encontrar nada cómodo; o bien, encontrará la comodidad en lo establecido per se.
Es en el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) el espacio en el que mejor nos hemos relacionado tanto mi alumnado como yo. Nos hemos sentido copartícipes de aprendizajes comunes y tal como Sergio Mata me comentó recientemente en una amena conversación: «El ABP es la continuación natural del flipped learning«. Es en el diseño de las tareas, la ejecución de las actividades y el consenso sobre el producto final cuando se produce una democratización de la enseñanza en donde el docente adecua la programación en función de los intereses de su alumnado, en su entorno, los contextualiza y le da sentido. Es entonces cuando conectamos, cuando se produce esa chispa llamada curiosidad.