El modo en el que presentemos nuestras enseñanzas va a influenciar enormemente el modo en el que nuestros alumnos van a adquirir los aprendizajes. Me atrevería a afirmar que es crucial. En este sentido, debemos comenzar planteándonos qué elementos deberíamos incluir en nuestras aulas y de qué modo van a contribuir a sean productivos, eficientes y motivantes. Estoy convencido de que el entorno de aula debe abrirse, y no abrirse solo en la relación entre profesorado y alumnado, sino que también debe hacerse incluyendo dinámicas, modelos, herramientas… que lo hagan posible. De este modo, enfrentaremos a los estudiantes a un mundo real en el que la toma de decisiones y el modo en el que lo harán serán determinantes en el éxito o fracaso de sus propósitos o metas.
El modelo de la clase inversa (flipped learning) contribuye a que nuestros alumnos sí tomen las riendas de los procesos de aprendizaje (y, en algunos casos, de enseñanza) gracias a que los contenidos les son ofrecidos no solo como tales, sino que también son enriquecidos para que el alumno trabaje de un modo más competencial y diferenciador. El hecho de que podamos crear o publicar un vídeo online hace posible que los estudiantes puedan acceder a él en cualquier lugar y en cualquier momento, creándose un mismo espacio: el individual y el del aprendizaje que le permite afrontar el contenido de un modo más abierto, más cercano a ellos y, cómo no, más motivador.