«Domingo, why is English pronunciation so difficult? Is there any explanation?» Con esta pregunta comenzó todo; con una pequeña dramatización que les hice en el centro de la clase. Les ví entusiasmados e invité a varios alumnos a que me acompañasen durante esa «locura»: unos hacían de silencioso Guillermo el Conquistador, otros de Harold, Atheling o miembros del Witan. El hecho de justificar un aspecto del inglés, como lo es su fonética, nos sirvió para lanzarnos al vacío y retroceder en el tiempo algo más de 1000 años para dar respuesta aquella pregunta de Juan Antonio Montoya, cuya energía contagiosa tanto para sus compañeros como para mí, nos llevaron a realizar la siguiente pregunta: «Why don’t we perform that play, Domingo?». Se hizo un silencio, les miré de derecha a izquierda; de izquierda a derecha y les contesté brazo en alto simulando empuñar una espada: «Why not?«.