Flipped Learning + NEE: una buena combinación.

La aplicación del modelo flipped puede llevarse a cabo en cualquier contexto o nivel educativo: desde las etapas más tempranas hasta niveles universitarios. Se suele poner en duda la capacitación o competencia digital tanto de familias como de alumnos para no aplicarlo en las aulas. De hecho, también se debe a una analfabetización digital docente, que «temen» estar expuestos a herramientas que no controlan, pero que sí controlan nuestro día a día en cualquier entorno, tanto personal como profesional.

Siempre he creído que toda innovación debe comenzar desde el profesor: como decidido agente de cambio y que es capaz de desaprender para volver a aprender y estar dispuesto aportar su especialidad y experiencia para la creación de entornos activos, reales y dinámicos en el aula.

Y hoy en día, las (nuevas) tecnologías están también ya aquí; para ser nuestros compañeros de viaje con los estudiantes. La ubicuidad en la escuela es ya un hecho y no deberíamos esquivarla, sino enfrentarnos para subirnos a una cambio que se antoja, cuanto menos, inevitable.

Me ha inspirado esta reflexión al leer un artículo titulado Flipped learning is changing the face of special ed en el que el centro Haynes High School de Washington acoge a un 44% de estudiantes de lengua inglesa con necesidades educativas. Su directora, Carolina Hilland, atribuye el éxito de su programa a un enfoque de aprendizaje personalizado e individualizado gracias a la introducción de la tecnología.

El centro ha desarrollado un programa «Bring-Your-Own-Device» el que los estudiantes traen sus propios dispositivos al aula. Gracias al modelo flipped learning los profesores pueden grabar sus clases y asignarlas a sus alumnos online. Por lo tanto, pueden reproducir el contenido las veces que necesiten hasta que lo comprenden. El tiempo de aula se dedica íntegramente a personalizar el apoyo que el alumno necesite. Los escuelas tienen como fin último atender las necesidades de cada estudiante, incluyendo a aquellos que tengan necesidades educativas; por lo tanto, debemos replantearnos el modo en el que impartimos clase. Aquí la tecnología se convierte en nuestro mejor aliado porque nos permiten saber qué saben hacer sin tener que fijarnos en lo que no saben hacer. Hablo de un cambio de perspectiva que, desde la óptica analógica, es imposible.

La aplicación de la tecnología hace que el aprendizaje sea algo constante ya que los alumnos trabajan a su propio ritmo, motivados y sin la exigencia personal de seguir el ritmo del profesor, aún cuando no han asimilado contenidos previos. Esto puede ser vital para alumnos con necesidades educativas; hablo de la diferencia entre estar motivado en su aprendizaje o dominar el contenido, por lo que suele desembocar en desencanto por aprender o no superar las materias. La presencia de dispositivos digitales como herramientas de aprendizaje supondrá un cambio radical en el modo en el que estos alumnos aprenden, ya que con el flipped learning se adelantan conceptos que serán trabajados personal e individualmente en clase. A esto debe añadirse el elemento interactivo, colaborativo y motivador de este tipo de dispositivos aplicados a la enseñanza.

Y no solo ayuda a los alumnos, también a los profesores. Porque les ayudará a conocer los distintos ritmos de aprendizaje de un modo más detallado. Por ejemplo, el docente puede crear unidades con contenido personalizado, ser compartido con el alumno, evaluarlo y trabajarlo independientemente. Existen para ello entornos de aula que facilitan mucho esta labor, por ejemplo, Edmodo. Cuando los estudiantes interactúan con el contenido de esta manera, es el modo en el que mejor interiorizan lo que están aprendiendo.

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